Dios es el que me ciñe de poder, y
quien hace perfecto mi camino; quien hace mis pies como de ciervas, y
me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la
batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce. Me diste
asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu
benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis
pies ni han resbalado.
(Salmo 18:32-36)
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